lunes, 7 de diciembre de 2009

caracter urbano


EI trazo original, realizado en el siglo XVI, ha llegado prácticamente intacto hasta nosotros, haciéndose presentes caros anhelos renacentistas como son el orden, lo dispendioso y Ios previsores espacios que se abren en plazas y se prolongan en calles sin temor al crecirniento. Para su época, Ia ciudad se pensó con generosidad; desde el principio tuvo calles anchas y plazas amplias, con tal dispendio espacial que su posterior desarrollo no hizo sino dar respuestas con vertical monumentalidad a Ia gallardía propuesta y presentida desde su plano.Un orden sin monotonía preside Ias calles, una cuadrícula que al extenderse sobre Ias suaves irregularidades de Ia Ioma pierde rigor geométrico y se adapta a ellas, no en forma abstracta sino «orgánica», diríamos hoy. Esta cuadrícula, que parece trazada «a manos», y no con regIa, norma el curso de Ias calles que se curvan suavemente, haciendo que Ios pIanos verticales sean como una réplica de Ia ondulación horizontal que Ios sustenta.Esta armonía entre plano y alzado, tan sabiamente sentida, se complementa en sentido monumental con un afán de subrayar Ia belleza de Ios grandes edificios, exaltando sus volúmenes o elementos primordiales como son fachadas, torres y cúpulas. Esto se Iogró enfilando Ias perspectivas de Ias calles hacia ellos, intención que ya se encuentra en gérmen en Ias calles que desembocan a Ia fachada de San Francisco y a Ia lateral de San Agustín. Posteriormente, esta solución se agudizó e hizo con claro énfasis barroco a partir deI gran ejempIo dado por Ia colocación de Ia catedral, Ia que empezada en 1660, ubica su eje mayor no en relación con Ia plaza, sino con dos calles que desembocan a ella, de tal manera que su fachada principal y ábside interrumpen, a Ia vez que rematan grandiosamente, amplias perspectivas. Después de Ia Catedral, numerosas iglesias, de plena época barroca, sobre todo en el siglo XVIII, alteran el ya de por si flexible trazo renacentista y discretamente Io convierten en barroco, creándose sorpresas visuales al variar Ios remates de calles, para ello bastó con que algunas iglesias se construyeran de manera que, alterando un poco Ia traza original, o interrumpiéndola atrevidamente en algunos casos, Ias fachadas, ciertas portadas Iaterales, torres y cúpulas, se Ievantaron de manera que salen al paso deI viandante polarizando perspectivas. Hoy es peculiar de Morelia, aunque no exclusiva, Ia rítmica armonía de su arquitectura civil enfiIada hacia remates monumentales.Perspectivas que de discurrir abiertas y Iibres pasan a ser absorbidas, delimitadas y sujetas por Ia tibia y penumbrosa calma de Ios interiores.Así, Ias fachadas de templos como Ia Catedral, San Francisco, portada lateral de San Agustín, fachada principal y portada lateral de San José, Las Rosas, Guadalupe y Cristo Rey, rematan calles.Las calles de Morelia no se sujetan sólo a Ia rigidez rectilinea de extremos indefinidos, tampoco zigzaguean o se quiebran arbitrariamente, sino que tienen una meta intencional, una lógica de Ia variedad urbana que no deja nada al azar .Su carácter se encuentra en el justo medio entre Ia monotonía y lo pintoresco.

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