lunes, 7 de diciembre de 2009

desarrollo monumental


Durante el siglo XVll comenzó y se incrementó su desarrollo; a principios, se concluyeron los dos grandes conventos de San Francisco y San Agustín; a mediados, los de EI Carmen y La Merced, además de otras iglesias como La Compañía, San Juan y Ia Cruz, pero, sobre todo, en 1660 se comenzó Ia construcción de Ia actual catedral, que constituyó Ia empresa de arquitectura religiosa de mayores proporciones a Ia sazón iniciada en todo el país. La ubicación deI gran templo definió Ia composición y distribución de espacios deI centro urbano, con un sabio y singular uso de Ia llamada «sección áurea», que divide en dos plazas desiguales, pero en armonía, el centro de Ia ciudad; Ia mayor con portales, Ia menor con paramentos, pero sin portales, en una conjunción y ritmos de grandiosa originalidad. Sin embargo, el gran auge constructivo y de mayores frutos, ocurrió en el siglo XVIll; de él datan los menores y más numerosos monumentos que hoy embellecen y prestigian a Ia ciudad, tanto en lo religioso como en el civil.AI mediar este siglo se fundaron y construyeron tres grandes conventos de monjas: Las Rocas, Las Monjas y Capuchinas; otro de frailes, el de San Diego; otras cinco iglesias, entre ellas Ia muy amplia dedicada a San José y media docena de capillas secundarias.En 1744 se concluyeron Ias fachadas y grandiosas torres de Ia catedral. Tarnbién es el siglo deI máximo esplendor de Ia arquitectura civil, manifestándose ésta en los suntuosos edificios de educación y gobierno, como el Colegio seminario (hoy palacio de gobierno), el Colegio de Ios jesuítas (hoy Palacio Clavijero) y el Colegio de San Nicolás, Las Casas Reales (hoy palacio municipal), La AIhóndiga (hoy ampliación deI Palacio de Justicia), más docenas de palacios y mansiones señoriales.Como tal desarrollo monumental requería de servicios públicos, Ias plazas se adornaron con fuentes y se construyó, entre 1785 y 1789, con el impulso y generosidad deI obispo Fray Antonio de San Miguel la recia arquería deI acueducto de mil setecientos metros de largo y doscientos cincuenta y tres arcos de cantería.Poco antes de Ia lndependencia, Ia ciudad contaba con unos veinte mil habitantes.Durante el siglo de Ias Leyes de Reforma, poco se construye de carácter religioso y más bien se destruyen innumerables obras, pero en cambio, en esta época, se multiplican Ias residencias de carácter neoclásico que se acomodan sin atropello junto a los viejos palacios coloniales, como reflejo de reestructuración y el equilibrio social tan anhelado en esas fechas.AI finalizar el siglo, se construían edificios tan importantes como el nuevo Seminario Tridentino, junto a Ia Iglesia de San José, y el Colegio Teresiano (hoy Palacio Federal), ambos dirigidos por don Adolfo Tremontels, con un estilo neoclásico tan ornamentado que resulta de aspecto más abarrocado que el sobrio barroco tradicional de Ia ciudad. AI acumularse esta secuencia creativa, Ia ciudad se enriqueció; sólo en su céntro histórico, Morelia cuenta con diez amplias plazas, unas cinco plazuelas y otras tantas rinconadas con fuentes públicas que, como espacios abiertos, puntuaIizan Ia trama de calles y barrios, los cuaIes están en torno a veinte iglesias y capillas de Ia época virreinal, entre Ias que también se ubican los numerosos palacios y mansiones.No destruir es ya construir, y preservar es una forma de recrear; en este empeño, Morelia busca su propia aportación, ya que una de Ias actitudes de conciencia, característicalnente moderna, es Ia deI respeto aI patrimonio cultural heredado. Tal es Ia responsabilidad que implica el Decreto Federal de Protección al Centro Histórico de Morelia, donde se listan o incluyen no menos de 1,113 edificios, número indicador de Ia gran riqueza monumental que aún posee Ia ciudad.

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